por el Dr. Emanuele Rondina, biólogo nutricionista en Bolonia
El invierno es la estación en la que estamos más expuestos a una bajada de nuestras defensas inmunitarias. Los cambios de temperatura, el estrés laboral, los malos hábitos alimentarios (con un consumo excesivo de alimentos ricos en azúcar y grasas) repercuten negativamente en nuestro bienestar.
¿Por qué son importantes las vitaminas en general y especialmente en invierno?
Para mantenerse sano, ante todo es indispensable una dieta correcta y equilibrada combinada con una actividad física regular. Estos hábitos pueden resultar fundamentales para mejorar y reforzar nuestro sistema inmunitario y proteger el organismo de las enfermedades.
En particular, algunos alimentos contienen muchos antioxidantes, capaces de combatir los radicales libres, que debilitan el sistema inmunitario, y un contenido muy elevado de vitaminas, que tienen la misión de desempeñar funciones fundamentales para el buen funcionamiento de nuestro organismo.
Además de las vitaminas, los polifenoles, pigmentos de origen vegetal, ejercen una acción protectora especial a nivel celular, son eficaces antioxidantes y también tienen propiedades antiinflamatorias, antialérgicas y antivirales. Entre los principales se encuentran la quercetina, la epicatequina, los flavonoides y las antocianinas.
Las frutas y verduras, ricas en vitaminas, son también una valiosa fuente de polifenoles, por lo que nunca deben faltar en la dieta diaria: los cítricos, por ejemplo, es decir, limones, naranjas, mandarinas y pomelos, son frutas de invierno ricas en vitamina C y polifenoles, verdaderos amigos de la salud y el bienestar.
Vitaminas que nos ayudan a sobrellevar mejor los síntomas de la gripe y refuerzan el sistema inmunitario
Las vitaminas son elementos indispensables para el bienestar y la salud del organismo. Especialmente de cara a la estación invernal, podemos contar con una serie de vitaminas específicas que refuerzan nuestro sistema inmunitario a distintos niveles y permiten al organismo rendir al máximo.
La vitamina C es esencial: el ácido ascórbico participa en la inactivación de los radicales libres de oxígeno, lo que proporciona protección frente a los agentes oxidantes tóxicos para la célula. De hecho, la relación entre niveles elevados de estrés oxidativo e inmunodeficiencia es ahora evidente.
Las vitaminas B liposolubles son moléculas esenciales para el funcionamiento de nuestras células, ya que desempeñan un papel fundamental en el metabolismo energético, que proporciona combustible a las células, permitiéndoles respirar y reproducirse. De hecho, son coenzimas de una gran variedad de proteínas, catalizando las reacciones de oxidación-reducción esenciales para los procesos respiratorios celulares. Se encuentran en la levadura de cerveza, las carnes magras, el pescado, las legumbres y las semillas oleaginosas.
Vitamina D: entre las muchas funciones de la vitamina D está la de intervenir en el buen funcionamiento del sistema inmunitario.
Vitamina D y apoyo inmunitario en los meses de invierno
Estudios recientes han demostrado que la forma activa de la vitamina D contribuye a una defensa más eficaz de las vías respiratorias superiores al aumentar la producción de péptidos antimicrobianos.
En particular, la activación de la vitamina D3 da lugar a la producción de una proteína bactericida, la catelicidina LL-35, y a funciones paracrinas de modulación de los linfocitos T y B.
El sol nos permite formar el 90% de la vitamina D a través de la reacción bioquímica que tiene lugar en nuestra piel entre los rayos UV y el deshidrocolesterol (una molécula que se encuentra en la piel, derivada del colesterol). La vitamina D no se forma inmediatamente, sino que la primera molécula que se forma a partir de la reacción entre el deshidrocolesterol y la radiación UV es un compuesto intermedio e inestable denominado previtamina D3. Esta molécula intermedia se convierte espontáneamente en 48 horas en un compuesto termodinámicamente más estable denominado vitamina D3 o colecalciferol.
Por desgracia, durante el invierno, la escasa exposición a la luz solar y la menor intensidad de los rayos UV no favorecen la producción de vitamina D, tan importante para nuestro organismo.
La vitamina D también puede absorberse consumiendo determinados alimentos de origen animal (pescado, crustáceos y moluscos, huevos, leche y productos lácteos), donde ya está presente en buenas cantidades, o consumiendo determinados alimentos de origen vegetal (por ejemplo, setas), donde está presente en forma de vitamina D2 o ergocalciferol. En ambos casos, la absorción se produce principalmente en el intestino delgado, donde la presencia de disbiosis, una afección muy frecuente, puede dificultar aún más la absorción.
Cómo tomar vitaminas
Dada la importancia de las vitaminas, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda consumir al menos 400 gramos de frutas y verduras, principal fuente de estas sustancias, repartidos en cinco raciones diarias.
Sin embargo, las vitaminas, y especialmente la vitamina C contenida en los alimentos, son muy sensibles a la degradación, por lo que es aconsejable consumir frutas y verduras frescas y crudas, sin cocinarlas y procurando mantenerlas alejadas de la luz y el calor.
Si el médico o el nutricionista señalan carencias específicas de ciertas vitaminas, tan útiles sobre todo durante la estación invernal, también se puede recurrir a suplementos ad hoc, preferiblemente en formulación liposomal, que pueden mejorar la biodisponibilidad y la absorción por el organismo de estos importantes elementos.